Nueva Política
Por el rescate de lo común
Llega el 24 de febrero de 2022 y la conmoción nos arropó. Lo que se temía desde hace meses finalmente ocurre: Rusia inicia una intervención militar en Ucrania. Ocupación que ha implicado una operación militar de gran envergadura que se acentúa progresivamente, mientras que la sociedad ucraniana que ha decidido quedarse en su país viene siendo víctima de los ataques terrestres y aéreos de las fuerzas armadas rusas y millones de desplazados viven en la incertidumbre dejando atrás a sus seres queridos.
En Venezuela se encendieron las alarmas. Al igual que en el resto del mundo, nuestra sociedad se sensibiliza ante las terribles consecuencias de la guerra y del temor a un conflicto que escale a nivel global. Sumado a esto preocupan las diversas declaraciones y acciones del actual gobierno de Venezuela y del partido de gobierno. A pocas horas de la intervención Rusa el primer mandatario venezolano no dudó en apoyar de forma pública y expedita dichas acciones, a diferencia de otros gobiernos como el de China o Brasil, que, aunque mantienen buenas relaciones con Vladimir Putín, han expresado una postura inicialmente “neutral” (ni apoyan ni rechazan la intervención militar rusa). A esto tenemos que añadir que, altos dirigentes del PSUV han justificado los hechos afirmando que “esos territorios eran de Rusia” y, el pasado 24 de febrero, los/as diputados/as oficialistas propusieron como punto de la sesión ordinaria de la Asamblea Nacional un “Proyecto de acuerdo en respaldo a la decisión del a Federación de Rusia sobre el reconocimiento de la República Popular de Donetsk y la República Popular de Lugansk”, decisión del gobierno ruso que precisamente detonó su ofensiva militar.
Sin embargo, las declaraciones oficiales del Estado venezolano, plasmadas a través de su cancillería, han sido tibias y con un lenguaje aparentemente “neutral”. Aunque aún demuestran apoyo indirecto a Rusia, el mismo “hace un llamado a retomar el camino del entendimiento diplomático mediante el diálogo efectivo entre las Partes involucradas en el conflicto para evitar un escalamiento, reafirmando los mecanismos de negociación contemplados en la Carta de las Naciones Unidas”[1]. Sumado a esto, sin ningún tipo de explicación pública o solicitud formal de modificación del orden del día, el mencionado proyecto de acuerdo en respaldo a la decisión de Rusia desapareció de la agenda oficial y ni siquiera se mencionó en la plenaria del cuerpo legislativo.
Más allá de la ambigüedad discursiva la amenaza del conflicto y la guerra está ahí, y lo reflejan las recientes declaraciones de “fuerte apoyo a las acciones decisivas de Rusia” por parte del ejecutivo venezolano, las cuales fueron develadas a la luz pública por uncomunicado del Kremlin[2]. La opinión pública tiene impacto y es una variable importante en los conflictos políticos sean nacionales o globales.
Romper con la inercia y la inmediatez
La situación en Ucrania evidenció un fenómeno global que se viene observando desde hace algunas décadas: Las personas, y principalmente las juventudes, demuestran una incesante ansiedad por saber y conocer sobre “todo” de forma expresa.
Para comprender el conflicto en Ucrania debemos partir de varios elementos que nos permitan salir de las lógicas de la inmediatez, y sobre todo si nos preocupan las consecuencias y dimensiones del conflicto. En este sentido es importante considerar que: 1) el conflicto de Ucrania no es de ahora, ni de pocos años atrás, y el mismo no se puede sistematizar en pocas palabras o en un video de pocos minutos, 2) en las guerras no hay «lado correcto» y lo que estas generan son víctimas (personas y ecosistemas) y, 3) hoy el conflicto en Ucrania nos afecta directa e indirectamente, sentando un precedente muy peligroso para la democracia a nivel mundial.
Ucrania y las complejidades de la geopolítica mundial
Discursivamente la intervención militar rusa ha sido justificada por sus defensores básicamente en tres argumentos centrales: 1) Ucrania está gobernada por sectores nazis (peyorativo usado en la 2da guerra mundial) que han violado derechos humanos, 2) las regiones de Donetsk y Lugansk son “legitimamente rusas” y, 3) dichas regiones se “quieren independizar” de Ucrania. Argumentos construidos desde términos como “libertad”, “soberanía” y “derecho a la autodeterminación”, que conceptualmente plantean una orientación de bienestar social, pero que se han tergiversado durante décadas para justificar operaciones militares e invasiones. Las grandes potencias se autoproclaman como “defensores y liberadores de pueblos” pero históricamente han actuado cómo invasores, violando la soberanía de Estados constituidos y los derechos humanos de las poblaciones.
Como todo conflicto bélico el de Ucrania-Rusia es un cúmulo de sucesos históricos, reflejo de problemas pasados no resueltos, y para comprenderlo de forma integral resulta pertinente verlo en el marco de la política internacional. Al analizarlo desde la época de Stalin, con episodios atroces como el Holodomor (período de hambruna entre 1932 y 1933), o desde una época más reciente con la separación de Ucrania de la Unión Soviética en 1991, se evidencian dos aspectos fundamentales: 1) la diversa sociedad ucraniana, viene arrastrando y sobrellevando una polarización socio/política de “pro-rusos vs. pro-europeos” como consecuencia de las reparticiones de territorio entre sectores de poder y, 2) Ucrania, que hace frontera con Rusia y países de la Unión Europea, expresa un conflicto no saldado entre potencias globales después de la segunda guerra mundial: Rusia y la OTAN, alianza militar intergubernamental liderada principalmente por EEUU desde su creación en 1949.
Aunque existen jefes/as de Estado y líderes/as que intentan virar la política hacia aspectos más humanos, lamentablemente, el aspecto militar y el dominio territorial son factores determinantes en el grueso de las relaciones internacionales, y más cuando nos referimos a las grandes potencias. Es de destacar que desde inicios del milenio el partido-gobierno dirigido por Vladimir Putin ha instalado la idea de retomar lo que antes fue el gran imperio ruso, como orientación política a nivel internacional.
Al concebir a la otra nación como un factor político que puede ser aliado o enemigo dependiendo de la ideología política de sus gobernantes y de los negocios que se lleven a cabo, y no como una diversidad de territorios y poblaciones, cualquier acción o movimiento es una alerta o una amenaza. Desde inicios del milenio varios países ex-soviéticos se han anexado a la OTAN, y Ucrania (que hace frontera con Rusia) ha estado cercana a hacerlo en años recientes, sobretodo después del derrocamiento del presidente Víktor Yanukóvich (prorruso) en 2014, con las manifestaciones conocidas como Euromaidan. La clase política rusa, enfocada en mantener al país como una principal potencia armamentista en el mundo, percibe todo el panorama como una amenaza latente a los negocios petrolíferos y gasíferos y el posicionamiento militar en zonas estratégicas. Por ello, a los pocos meses de la caída de Yanukovich Rusia invade Crimea y la anexa como república a la Federación Rusa, y a las pocas semanas comienza la llamada Guerra de Donbass al este de Ucrania, precisamente en las regiones de Donetsk y Lugansk. Un enfrentamiento armado entre milicias prorrusas y el ejército ucraniano, que ya en 2014 la Cruz Roja Ucraniana calificaba de guerra civil, y que lamentablemente ha evolucionado a un conflicto fratricida entre ucranianos.
Lo que hoy vemos en Ucrania es la máxima expresión de disputas geopolíticas internacionales que se han “tratado” de solventar en los términos de la guerra y la confrontación. Pero las permanentes tensiones militares, asumidas desde la desconfianza y la ambición de dominación, han dado paso a una situación de emergencia humanitaria compleja en Donbass, que para 2017 ya registraba más 1.400.000 de personas desplazadas[3] y al menos 10.000 bajas entre militares, milicianos y civiles para 2019[4].
Deconstruir los imaginarios de guerra para abonar a una cultura de Paz .
No cabe duda que las acciones militares del gobierno Ruso son criminales, es imperante solidarizarse con todo el pueblo ucraniano ante la invasión Rusa y las atrocidades de la guerra, así como con todas las víctimas de guerra sin discriminación. En cualquier caso, desde la sociedad civil global debemos incidir para que en un futuro todos los responsables respondan ante las acusaciones de ataques a civiles durante el conflicto. De igual forma es importante solidarizarnos con la diversa sociedad rusa, que al manifestarse contra la guerra viene soportando una cruenta represión interna[5] y que hoy ya sufre impactos directos del conflicto, principalmente económicos.
Las invasiones y/o ataques militares de un Estado (por lo general potencia o emergente) a otro tienen un historial profundamente negativo. Entre las más recientes se pueden mencionar Afganistán (2001), Irak (2003) y Libia (2011), todas llevadas a cabo por el gobierno de los EEUU y/o la OTAN. Aunque cada uno de los países mencionados tiene sus particularidades sociopolíticas, las consecuencias de las mencionadas operaciones militares han sido ampliamente perniciosas en todas las naciones. En general los ataques militares: han empeorado la inestabilidad política de cada país, han resultado en la instalación de modelos de gobernanza autoritaria y del surgimiento de grupos locales armados (por lo general extremistas), han incrementado la división social y enfrentamientos fratricidas y, han acentuado problemáticas sociales (como el hambre y la pobreza) propiciando condiciones de crisis humanitaria y el agravamiento de violación de derechos humanos (DDHH) de poblaciones vulnerables. Por ello, hoy preocupa tanto la invasión a Ucrania, como los recientes anuncios de China de ocupación de Taiwán.
Explicaba el embajador ruso en la ONU, Vasily Nebenzya, que la intervención de Rusia en Ucrania “No la llama guerra” ya que esta atiende a “objetivos exclusivamente militares”[6]. Sin embargo, la realidad demuestra otra cosa. En tan solo dos semanas la invasión rusa ha generado resultados devastadores con más de dos millones de refugiados, una amplia destrucción de infraestructura y al menos 1.335 bajas civiles (muertos y heridos) en Ucrania registradas por la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ACNUDH)[7]. En dicho período se han denunciado ataques constantes a zonas residenciales[8] e incluso a hospitales y clínicas, siendo reportados al menos 18 centros de salud afectados[9].
Lo que hoy mueve a las potencias armamentistas, guiadas por un razonamiento militar defensivo (“atacar primero ante una amenaza”) y/o de conquista y expansión, es el control de territorios para mejor ubicación geoestratégica e influencia en los mercados (commodities). Un accionar maquillado por un discurso de presunta “verdad histórica” y del “legítimo derecho a tierras” en el que una élite política se autodenomina representante de toda una sociedad y territorio, como todo “buen conquistador”, y en que las sociedades y pueblos quedan a la merced de los efectos y consecuencias de dicha política.
El escenario internacional y los riesgos para Venezuela
La estabilidad política internacional pende de un hilo. El conflicto en Ucrania puede desembocar en un escenario de guerra mundial completamente indeseable, puede escalar o enfriarse progresivamente, o puede detenerse de un momento a otro. Por más lejano que esté, nos afecta indirectamente y dependiendo de su evolución puede llegar a hacerlo de forma directa. E incluso podemos afirmar que la población venezolana debería ser de las más interesadas en que dicho conflicto termine; evitar una extrapolación de la confrontación Rusia-OTAN a nuestro territorio.
Aunque las relaciones militares con Rusia tienen más de una década, en años recientes estas tuvieron una evolución acelerada, principalmente después de las sanciones económicas internacionales a partir de 2018. Por citar solo dos casos. En diciembre de 2018, autoridades rusas desplegaron 4 aviones estratégicos, entre ellos Dos bombarderos Tu-160,[10] en la isla venezolana de La Orchila ubicada a 200 kilómetros al noreste de Caracas. Luego en marzo de 2019, aterrizaron en tierras venezolanas dos aviones de la Fuerza Aérea rusa que transportaban casi 100 efectivos militares, y 3 días después se termina de develar la acción completa cuando el conglomerado industrial estatal ruso Rostec anunció la apertura de un centro de entrenamiento para suministrar apoyo técnico-militar a los pilotos venezolanos en el manejo de helicópteros rusos.[11]
Dichas acciones, que develan los niveles de injerencia militar que ha tenido Rusia en Venezuela, han aumentado desde aquel momento las tensiones con EEUU respecto a la presencia en el continente americano, y más ante recientes declaraciones de altos funcionarios del Kremlin respecto a la posibilidad de enviar tropas rusas a Cuba y Venezuela. El Estado norteamericano, que tiene decenas de bases militares a lo largo del continente, destacando aquellas ubicadas en países como Puerto Rico (12), Panamá (12) y Colombia (9),[12] viene ampliando sus inversiones militares en América Latina para contrarrestar la presencia rusa. A penas cuatro días de iniciada la invasión rusa a Ucrania, EEUU y Colombia iniciaron ejercicios militares en el mar caribe, los cuales incluyeron la implementación de su submarino nuclear, y el pasado 10 de Marzo Joe Biden (presidente estadounidense) designó a Colombia, aliado global de la OTAN desde 2017, como “aliado importante fuera de la OTAN”.[13]
Además de los problemas histórico-sociales y fronterizos, el delirio belicista de políticos gobernantes fueron un factor determinante para la invasión a Ucrania y la guerra que hoy se desarrolla en ese país. El carácter presidencialista de los gobiernos latinoamericanos y la lógica de encrucijada con la que se manejan los políticos en Venezuela y Colombia deben prender nuestras alarmas para evitar una confrontación armada, y más con los antecedentes de conflictos fronterizos entre ambos países y las políticas xenofóbicas impulsadas por actuales y anteriores gobiernos (aunque estos aparenten lo contrario).
La sociedad civil organizada (SCO) y las acciones contra la guerra
En esta última semana la narrativa psuvista ha estado marcada por la ambigüedad y afirmaciones llenas de contrariedad. En el propio Congreso del PSUV, a su 3er día de haber comenzado, se escucharon declaraciones disímiles de parte de miembros de la dirección nacional como “el PSUV acompaña la lucha de Rusia contra el Nazismo”[14] y “Nunca nos verán en las filas de la guerra”[15]. Y es que la reciente reunión entre altos funcionarios del gobierno venezolano y estadounidense para abordar temas de seguridad energética, principalmente hidrocarburos, levantó todo un revuelo a nivel nacional y a lo interno del chavismo. Posterior a la reunión, el primer vicepresidente del PSUV afirmó que la misma “no cambia para nada nuestra posición con Rusia”[16] y luego en un foro internacional la vicepresidenta ejecutiva rechazó la posibilidad de una posible instalación de una base militar rusa en Venezuela por ser inconstitucional.[17]
Más allá de la ambigüedad discursiva que pudiera mantenerse a mediano plazo, lo preocupante es que la volatilidad del conflicto y de la situación internacional pone cualquier escenario sobre la mesa, y lamentablemente ninguno es descartable, incluso aquellos que impliquen empleo de insumos nucleares.
Ante esto las acciones de la SCO son relevantes y pueden ayudar mucho en generar presiones para evitar escenarios. Hay puntos prácticos que podemos trabajar desde un punto de vista práctico y discursivo para aplacar las intenciones y narrativas guerreristas:
- Los DDHH de las personas son un principio indeclinable, y están por encima de todo discurso basado en una supuesta “verdad histórica” o razonamiento político de algún sector en particular. Todos tienen derecho a opinar y a que se les reconozca y respete su postura. Una posición no puede ni debe imponerse a la fuerza sobre otra.
- Rechazamos toda invasión o agresión militar de un Estado a otro, independientemente de su “justificación”. Ningún ataque armado va a traer cosas positivas. La guerra y la violencia no se va a solventar o erradicar con más guerra y más violencia.
- Articulación solidaria nacional e internacional, para presionar a favor de la desescalada y posterior detención de la confrontación armada en Ucrania. Esta se debe proyectar hacia otras regiones también. El de Rusia-Ucrania no es el único conflicto armado en el mundo. La humanidad necesita rescatar y fortalecer la empatía y visibilizar y presionar para terminar con las agresiones y desmanes armados, como por ejemplo la situación apartheid de Israel hacia la población palestina.
- Rechazamos cualquier posibilidad que Venezuela se involucre directamente en el conflicto militar internacional. Es una posibilidad latente. Ha habido inversión militar rusa en Venezuela y hay intereses de EEUU en la región.
La cuestión no pasa por desconocer la confrontación armada en Ucrania, ni por juzgar las acciones de ciudadanas/os ucranianas/os de migrar para escapar del conflicto o de quedarse en su país (tomando o no las armas) a resistir los ataques de una potencia militar que está destrozando todo lo que encuentra a su paso. El asunto central, para aquellas personas que estamos por fuera del escenario bélico, es el tipo de acciones pacíficas que podemos tomar para impulsar la desescalada del conflicto y rechazar las violaciones de derechos humanos generados por la guerra.
Nuestra solidaridad es con los pueblos y sus diversidades, no con gobiernos o potencias
Referencias:
[3] «Mobilization of IDP Women against Domestic and Gender-Based Violence»
[6] Declaraciones de Vasily Nebenzya en la ONU. (Febrero 28, 2022). Alerta News 24.